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martes, 13 de noviembre de 2012
El Ártico ahora es el nuevo El Dorado
Recientemente se ha confirmado lo que se venía venir desde hace años: un deshielo catastrófico en el Océano Ártico. El pasado mes de julio, científicos estadounidenses observaron que la superficie de Groenlandia afectada por el deshielo pasó de un 40 por ciento, cifra habitual, a más de un 90 por ciento, extensión récord en tan solo cuatro días.
Los últimos veranos el deshielo ha permitido ver por primera vez que dos míticos pasos nunca antes utilizables, el del Noroeste y el del Noreste, que permiten ir del Atlántico al Pacífico por el norte de Canadá y el norte de Siberia respectivamente, ya lo han sido.
Para el investigador microbiólogo, Carlos Pedrós Alió, del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), "a medida que se calienta el Ártico cada vez hay menos hielo".
Y por esto, las zonas que están próximas a la costa empiezan a estar abiertas todos los veranos, es decir, que se puede navegar, y es ahí donde se encuentran las plataformas continentales, donde se cree que está la mayor parte de las reservas de petróleo.
LOS RIESGOS PARA ENCONTRAR PETRÓLEO
Pero el petróleo tiene en el mar un historial salpicado de sucesos dramáticos, cuyas consecuencias en muchos casos todavía permanecen alterando el medio ambiente. Así, como explicó el investigador, "el problema está en que siempre que se realiza una intervención de este tipo existen riesgos de que haya accidentes, como se ha comprobado". Como dijo Pedrós Alió, las empresas hacen un cálculo para el caso que haya un accidente, y consideran los medios que habrá que utilizar para limpiar la zona. El problema está en que el único interés de la empresa es obtener beneficios, no preservar el medio ambiente. Por tanto, es obligación de las administraciones asegurarse de que el plan de limpieza esté bien hecho.
El accidente de la plataforma del Golfo de México que se incendió en 2010, demostró a los científicos algo muy importante: que aunque "ésta es una zona cálida, accesible y situada en uno de los países más desarrollados del mundo, sin embargo ocasionó todos los problemas medioambientales". Y, por ellos, "la empresa (BP) va a tener que pagar cerca de 40.000 millones de dólares, además de lo que van a tener que pagar los contribuyentes por lo que habrá que hacer en adelante", subrayó el investigador.
"En el Ártico estas situaciones se complican mucho -continuó Pedrós- porque no hay experiencia y las compañías no están preparadas para solucionar un accidente si se produce en medio de una tempestad o en la oscuridad que hay en uno o dos meses, o bien si llegan placas de hielo con capacidad de romper las plataformas o las conducciones de petróleo".
El investigador sostuvo que, aunque los efectos serían los mismos que en cualquier otro lugar, el problema es que "el petróleo tiene compuestos volátiles y compuestos que flotan que pueden matar todo lo que se encuentra debajo. A la fauna de la costa, aves o mamíferos, estos compuestos les hacen perder el aislamiento térmico y, además, a las aves les impide volar, por lo que en una zona tan fría mueren enseguida unos y otros. La economía de las poblaciones que viven cerca del mar también queda destrozada. Así pues, los efectos son tanto para las aguas como para los ecosistemas y las poblaciones humanas en general".
LAS LAGUNAS DE LA LEY
Consideró el científico que "resulta lógico que países como Noruega o Rusia, que tienen acceso a una gran zona de la plataforma ártica con grandes posibilidades de petróleo quieran explotarlo. Lo que ocurre es que hay que encontrar un equilibrio entre ese deseo de riqueza y las consecuencias que pueda tener su extracción". Los destrozos que pueda haber en esa zona tan sensible son enormes y pueden perdurar por mucho tiempo o, incluso, ser definitivos.
Por eso, dijo Pedrós Alió, "alguien tiene que vigilar que las empresas lo hagan bien y que los estados cumplan unos requisitos mínimos" y afirmó que Canadá lo ha hecho de una forma muy cuidadosa porque posee muchísima costa en el Ártico. Es distinta la actitud de países como Noruega o Rusia que carecen de poblaciones en esa zona, por lo que, como señaló el investigador, "la economía prima más que el bienestar de las personas".
Pero la legislación en este terreno es pobre y confusa. El profesor de investigación en el departamento de Recursos Naturales del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados, centro mixto del CSIC y la Universidad de Baleares, Carlos Duarte, explicó la situación en la que se encuentran los países en litigio.
Los países que reivindican territorialidad están, desde hace tiempo, ocupados en desarrollos mineros y de gas y petróleo. Lo sorprendente es que "algunos gobiernos estén reabriendo esas minas de carbón que tras décadas estaban cerradas, debido a los enormes impactos que la emisión de metales pesados asociada a estas explotaciones causaron sobre la fauna y las personas en el Ártico", afirmó. Otros muchos países lejanos están también implicados en la explotación. Australia, casi en las antípodas de Groenlandia, ha pedido el 40% de las 200 solicitudes.
En referencia a las leyes internacionales, que establecen las limitaciones territoriales, Duarte explicó que "las leyes internacionales, en particular UNCLOS, UN Law of the Sea, fija 200 millas desde la línea de costa como aguas económicas exclusivas". Sin embargo, dijo Duarte, "existe una provisión por la que los países que aporten evidencias de que su plataforma costera se extiende más allá de estas 200 millas pueden solicitar una ampliación del límite".
Todos los países con territorio en el Ártico están actualmente implicados en estas solicitudes, de forma que "las aguas internacionales del Océano Glaciar Ártico podrían, de aceptarse estas reclamaciones, quedarse en menos del 10% de la superficie de este océano", concluyó Duarte.
Imagen tomada de NatGeo
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